«Román José» como mi papá lo llamaba, se graduó de abogado en 1966 en la UCAB, mi papá se graduaba en ese mismo año en la UCV, teniendo su promoción como nombre la de «Dr. Román Duque Sánchez», también jurista extraordinario, padre de «Román José».
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Si bien durante mi época de estudiante universitario y joven abogado no tuve la posibilidad de coincidir de manera frecuente y en persona con «Román Rosé», «las referencias sobre «Duque Sánchez» y «Duque Corredor» si eran bastante frecuentes provenientes de palabras y referencias de mi papá.
Cuando mi papá muere en el 2001, y dejo yo de tener esas referencias que eran esencialmente de contenido jurídico, que imaginaría que al poco tiempo «Román José» sería mi profesor de posgrado en una muy interesante materia como lo es la argumentación jurídica en el Derecho Constitucional, la cual tuve, tuvimos todos sus alumnos del momento, la oportunidad y dicha de recibirlas directamente de sus notas sobre el tema con las que estaba culminado uno de sus tantos libros.
Todos quienes hemos sido sus alumnos, podemos dar fe de su amplio conocimiento y entrega al pensamiento jurídico, asi como su devoción a su tierra y pueblo natal, Zea, y a todo el país, especialmente en los años más recientes a los que le dedicó no solo su intelecto y su pluma, sino su alma, aspectos todos que serán de extrañar, pero que no son de los que ahora quiero referirme, ni de los que en lo personal extrañaré.
En los tiempos que Román José fue mi profesor de posgrado, las oficinas de la firma de la que era miembro quedaban en el edificio frente donde está mi oficina, por lo que cada vez que terminamos clases, que era en las noches, yo le ofrecía digitizar el material que llevaba a clases y de esa manera facilitar hacerlo llegar al resto de los compañeros, devolviéndoselo a media mañana, práctica que reducía bastante el riesgo de todo investigador de prestar algo tan preciado como sus libros, especialmente si son de los que se conocen como «ejemplares extraños», además de que no iba yo a arriesgar mi desempeño en el posgrado.
Nuevamente, en lo personal, más allá del valioso aprendizaje del Profesor Duque Corredor, me resultaban más conmovedoras las conversaciones con Román José, y en las que los temas jurídicos se iban diluyendo dentro de las anécdotas de los tiempos pasados propio de abogados en su juventud en las distintas áreas, y en las que no dejaban de salír y relucir alguna que otra situación en la que mi papá, el chino, estuviera presente.
Con el tiempo salían congresos, ponencias, charlas, presentaciones de libros, brindis y todo tipo de actividades en universidades, la Academia, auditorios o bibliotecas en los que al percatarnos de nuestra conjunta asistencia, era usual una cariñosa salutación y breves temas a tratar en forma amical y cercana, en las que el profesor Duque Corredor, era más Román José, aunque confieso que pese esa cercanía de trato no me salía naturalmente el tuteo directo y llamado por su nombre de pila como papá si lo hacía, y creo que de cierta manera lo mismo ocurría a la inversa de él hacía mi, salvo tal vez una sola ocasión en la que se haya referido sobre mí como «Robertico», y eso porque esa era la manera en que mi papá, que estaba presente ese día, y muchos de sus compañeros así me llamaban.
Mi papá falleció el 21 de septiembre de 2006, y desde ese momento todos los 21 de septiembre suelo dedicarme a reflexionar sobre su vida, enseñanzas, celebrar sus enseñanza, imaginar como se sentiría y pensaría en la actualidad, y si estaría orgulloso de nuestro desenvolvimiento con los valores, creencias y aprendizajes que dejo a quienes tuvimos la oportunidad de tenerlo cerca.
Este año 2023, aún no habiendo salido del estado de reflexión y recogimiento espiritual que desde hace 17 años pongo en prácticas, al día siguiente, el 22 de septiembre, se recibe la notificia de la partida de Román José, resultando inevitable entender las reflexiones y agradecimiento por las enseñanzas recibidas que so bien muchas de ellas fueron académicas y profesionales, resultan como se dijera, diluidas frente a las resultantes de las amenas e inteligentes conversaciones y anécdotas, que superan enormemente su legado profesional y académico.
Inolvidable será para mi una especial ocasión en la que iniciándome en la aventura de dejar registro audiovisual del intercambio de ideas que surgen en conversaciones con muy apreciados amigos y profesores y donde no podía faltar Román José, muy cariñosamente aceptó mi invitación a mis oficinas para hablar de temas de eminente contenido jurídico, cuando en una de sus ocurrencias y sin advertirme, en el primer momento a penas empezamos a grabar me habló sobre mi papá, lo que me estremeció enormemente e hizo que desde ese momento en adelante tomándolo como otro gran aprendizaje de su parte, todas las actividades y contenido que he venido desarrollando lo desarrolle atendiendo al aspecto humanidad tanto de mis invitados como de los destinatarios de los mensajes.
Me uno hoy espiritualmente con sus familiares, compañeros y alumnos, amigos todos, para agradecerle a la providencia, a la vida, la oportunidad y dicha de contar con la compañía en este viaje de una persona muy especial como Román José, a quien hoy despedimos con mucho cariño y eterna admiración, más que como académico y mentor en temas jurídicos, como persona y hombre de bien.
Estimado Román José, no creo que sea usual pedirle algo a quien hoy como tu parte de este mundo, pero en este caso quiero hacerlo, y no es otra cosa que encomendare que cuando llegues a encontrarte con mi papá y así como en más de una vez compartimos alguna de sus anécdotas, le hagas saber que estamos muy bien y orgullosos de su misión, así como desde ya sé que estamos de la tuya.
Adiós Román José
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